lunes, 30 de diciembre de 2013

El vacío entre las estrellas

Llevo toda la tarde aquí sentado, repasando absurdamente cada palabra. Como si fuera a sacar de ellas algo más que lo que dicen alto y claro.

“En silencio, por un momento, en medio de mi vida.
En la mano derecha la postal de mi adolescencia tardía. Los primeros encuentros. Ilusiones afines. Descubrimientos a dos bandas. Tú y yo, y luego, si acaso, los demás.
A la espalda una vida fuera de ti. La conciencia de nuestros caminos. La acumulación de experiencia y lecciones.
A la siniestra, las gemelas: Espera y Esperanza.
Y frente a mí, la vida como una rueda llena de números rojos y negros. Unos ajenos, otros conocidos, algunos imposibles.
¿Cuándo el mío? ¿Cuándo el nuestro?”


Con esas palabras escritas detrás de una foto de cumpleaños acaba nuestra relación. Vuelvo a encontrarme en la casilla de salida, por enésima vez. Y ahora con el sabor de la decepción amargándome la boca.

Cuando al fin desaparece el sol, tras el irregular horizonte que forman los edificios, empiezo a desnudarme a oscuras. Hay recuerdos por todas partes y no quiero que nada me distraiga de la decisión que he tomado. Procuro incluso aspirar el aire por la boca para evitar de los aromas que rondan por los rincones de la casa. Ando desnudo hasta la puerta repasando todas las promesas vacías de estos últimos diez años. La desatranco, salgo a las escaleras, y antes de cerrar lanzo las llaves dentro. Directas al espejo decorado que sé que hay en el fondo del pasillo. El sonido de un buen recuerdo haciéndose pedazos no resulta tan reconfortante como esperaba.

Bajo las escaleras sin prisa repasando de nuevo mi trayectoria. No puedo dejar de hacerlo. Recuperando sus nombres para enunciar sus pecados: Félix, Raquel, Jesús, Martín, Yanira, Rubén… cuanto egoísmo, cuanta inseguridad. ¿Puedo culparlos por eso? No, en realidad. Pero sea como sea el dolor sigue ahí. Salgo a la calle iluminada metro sí, metro no, por unas farolas cabizbajas  que parecen tan cansadas como yo.

Enfilo el ajetreo de gente que hay a lo lejos, al final de la línea discontinua de farolas. Voy leyendo por última vez las malditas palabras. Ya no importa lo que significan. Las comparo con las otras últimas palabras que llevo guardadas y aprieto el paso. Traigo sus caras, el brillo de devoción que iluminaba los ojos de algunos, las sonrisas enigmáticas, la lujuria, la belleza de Félix o Lidia, las promesas, los proyectos y por supuesto las poesías de Rubén.

A medida que me acerco a la calle principal me voy cruzando con más y más gente. Algunos se ríen, hacen comentarios y hasta me lanzan algún grito. Ya camino muy deprisa antes de llegar a la muchedumbre que va de un lado a otro en la enorme e iluminada calle. Y cuando me encuentro entre ellos, dejo caer la foto y emprendo la carrera.

Al principio corro para dejarlo todo atrás, pero a medida que tropiezo con la gente el sprint se convierte en una catarsis. Corro tan rápido como puedo, ignorando el dolor de hacerlo descalzo. Quiero llegar a mí objetivo y todas esas personas no me dejan. Ya no importa nada. Los empujo, les grito y les digo todo lo que quise decir y no pude, o dije y no sirvió para nada. A medida que me acerco a mi objetivo las zancadas son más largas y los gritos más ininteligibles.

Cuando diviso el puente ya sólo soy un loco que corre desnudo y grita forzando las cuerdas vocales tanto como las rodillas. La gente ya no me estorba, se apartan del camino. El último pensamiento, antes de rebasar de un salto la barandilla, es el venenoso deseo de que todos esos que me están viendo sepan que algo va mal, que su sistema no funciona.

La caída resulta ser rápida y confusa. Pero antes de que el cuerpo estalle por el impacto con un tremendo crujido yo ya he conseguido aferrarme a un haz de gravedad. Y sigo bajando, alejándome de la cáscara de carne que no ha conseguido atravesar el asfalto.

 El repentino cambio resulta abrumador. Me aferro al haz de guía mientras me sobrepongo. Lo primero que echo en falta es el rítmico bombeo del corazón, que tan molesto me resultó al principio. También el reflujo de sentimientos y la culpa. Recupero poco a poco el sentido de mi propio ser.

Cada vez más metros me separan de la caótica química humana y me siento liberado. Cuando estoy a la profundidad adecuada dejo el haz y lanzo un pulso para localizar la cápsula. La respuesta es inmediata pero me tomo mi tiempo para llegar hasta el origen. Atravieso varios cientos de metros hasta un túnel del metro determinado. Un nuevo pulso bioeléctrico reactiva los nanobots que dejé aquí hace diez años. Salen de entre el polvo de las paredes y me cubren para formar el capullo espacial.

En la seguridad de la nave me concedo unos minutos para ordenar mis sentimientos y empezar a escribir este informe preliminar. Programo el trayecto en la malla cognitiva de los nanobots y me dispongo a volver a casa. La cápsula empieza a quemar el oxígeno del túnel, y en décimas de segundo atravieso el complejo subterráneo como una onda de energía casi invisible. Salgo disparado por una boca de metro y comienzo una trayectoria de salida orbital.

Estas líneas las empiezo a escribir cuando la cápsula acaba de abandonar la esfera exterior terrestre. Espero que, contrastadas con el informe que añadiré al salir de la hibernación, sirvan para ilustrar mi conclusión: la humanidad, aunque dispone de un nivel tecnológico mínimo adecuado, la curiosidad necesaria y una inteligencia potenciable, está aún muy lejos de saber amar.

Por ello mi recomendación es que un contacto a gran escala sea evitado de momento. Aunque han de continuar siendo monitorizados.

5 comentarios:

  1. Este texto es bastante moñas.. pero le tengo un cariño especial. Lo escribí hace mucho mucho, lo revisé y reescribí hace mucho y sigo encontrándole algo.

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  2. Me gusta tanto... ese giro inesperado de la trama me impactó la primera vez, pero cada vez que lo releo me gustan más las imágenes y las descripciones al estilo del maestro Clive Barker...

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    1. je, muchísimas gracias por la comparación (y por el comentario) pero me queda grande ... que Barker es mucho Barker ;)

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  3. Me encantó Sergio. Logras encontrar las palabras exactas para que se te pinte todo el cuadro en la cabeza. Felicitaciones.

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    1. hey Isabel!!, me alegra mucho que te haya gustado. gracias por comertar ;)

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